BlogLos jeroglíficos del corazón

¿Tiene el amor sus propias leyes?

En la sección del blog “Los jeroglíficos del corazón”, que comienza hoy analizaremos los enigmas, las tensiones, los dilemas que rodean la experiencia afectiva. Voy a partir para ello de un texto conmovedor, que os adelanté en la última newsletter:

“¿Habría de ser siempre así todo lo que se ame, jeroglífico, cifra sagrada e incomprensible? ¿No habría de existir un género de amor que no tropezara con la resistencia de lo amado; un amor en el cual entender o querer entender se acreciente con el amor mismo y lleguen a ser la misma cosa, entender y amar, amar y entender? Y el corazón no tenga que someterse ciego y hambriento; hambriento también de razones, pues que las necesita

(María Zambrano, “Delirio y Destino”) (1)

Quien ama se enfrenta al misterio del Tú, que a veces se nos antoja incomprensible, inquietante en su actuar o en su inacción. Un jeroglífico que pide resolución. ¿Por qué se comporta así? ¿Por qué no hace lo que le pido? ¿Por qué insiste si sabe que necesito espacio? ¿Por qué este silencio sin respuesta? ¿Por qué no me da lo que yo le doy o lo que le pido? ¿Por qué me trata así? ¿Es que no ve lo que hago? ¿Me quiere? ¿No me quiere?

El libro “Amores elípticos” explora algunos de los avatares del corazón, que vivimos como jeroglíficos, como misterios complicados de resolver.  Pero lo que las relaciones nos piden no es tanto descifrar el enigma que constituye otra persona y sus actos, como reconciliarnos con lo que constituye su misterioso corazón. Porque en el seno de nuestra vida amorosa, de nuestra manera de relacionarnos, se recogen algunos de los grandes desafíos personales que enfrentaremos a lo largo de nuestra vida.

En 2006, dos artistas croatas, Olinka Vištica y Dražen Grubišić, que habían tenido una relación amorosa, decidieron inaugurar un museo dedicado a las relaciones fallidas. En él, exponen objetos abandonados por antiguos amantes, descritos brevemente. El museo, situado en Zagreb, sirve como espacio de discusión y reflexión sobre la fragilidad de las relaciones humanas y su mundo circundante. Los objetos custodian su memoria, contienen narrativas poderosas sobre lo que fue, lo que es y lo que será. Lo que quizás fue o no tanto, lo que pudo ser. Los caminos son tan variados como los recovecos del corazón.

En la Grecia Arcaica, el pensador presocrático, Heráclito, al que denominaban “El Oscuro”, agitaba la mente de quienes le escuchaban. Enseñaba a través de paradojas y oráculos. Se le conoce, sobre todo, por su insistencia en el cambio, frente al énfasis en la permanencia de otro gran filósofo al que se suele contraponer, Parménides. Para Heráclito, la clave fundamental de la vida se encontraba en la unidad de los opuestos. Aseguraba que el universo se encuentra en continua tensión, como el arco, como la lira (2), y que en esta tensión podemos hallar la fuerza impulsora necesaria para poder elevarnos hacia cotas hacia una versión mejorada de quienes somos actualmente.

Las tensiones que se viven en el seno de una relación provocan muchas de sus rupturas. A las leyes personales de cada miembro de la pareja, se unen las leyes que va marcando la propia relación. Mi memoria personal y mis creencias funcionan sin apenas darme cuenta como leyes que se ponen en marcha cuando me relaciono, y lo mismo sucede con la otra persona y sus propias leyes. A esto hay que unir las leyes particulares que dibuja cada relación. Porque dos personas juntas construyen una forma de relacionarse particular y propia. Este dinamismo continuo añade complejidad a lo que se vive.

¿Podrían existir además leyes universales que marquen el devenir de las relaciones? De existir estas leyes, el hecho de conocerlas podría ayudar a mejorarlas. Para encontrar respuesta a esta pregunta, inicié un viaje por los territorios de la filosofía y la poesía, la ficción y el pensamiento, la investigación de lo que terminaría siendo mi libro “Amores elípticos”. En él, recojo veintiuna tensiones universales que se viven en las relaciones, y que influyen en su recorrido. El antes, el durante y el después de una historia se ven sometidos a influencias.

Necesitamos esforzarnos por vivir vidas más plenas y significativas. Cultivar una cultura del corazón, en afortunada expresión de Max Scheler (3). Reflexionar sobre los movimientos que se producen en las relaciones nos ayudará a vivir de manera más consciente, a cuidar lo que tenemos delante. A cobrar conciencia de su fragilidad, de su asombroso misterio.

BIBLIOGRAFÍA.

(1) Zambrano, María. “Delirio y destino”. Alianza Editorial, Madrid, 2021, pg 67.Citado en mi libro “Amores elípticos”, libros la Catarata, 2023, pg 140

(2) Fragmentos filosóficos de Heráclito. En “Los presocráticos”, pg 243. Fondo de Cultura Económica, México D.F, 1979.

(3) Scheler, Max. “Ordo Amoris”. Caparrós Editores, Madrid, 1996, pg 58